¿Por que el promedio de uso de una prenda es de tres veces y luego la tiramos a la basura?
El pasado 1 de febrero, la industria de la moda sacaba pecho en la sede de Naciones Unidas. Al menos, el sector del negocio textil más socialmente relevante y económicamente significativo (300.000 millones de euros en valor de mercado) del momento. Reunidos durante una única jornada de conferencias y debates, los adalides del streetwear —junto a científicos medioambientales, investigadores tecnológicos, deportistas e incluso astronautas de la Nasa— convinieron que o empezamos a vestirnos de manera sensata, o el planeta no va a resistir mucho más nuestros estragos indumentarios.
“La adicción a comprar ropa barata y desechable está creando una crisis ecológica global y, a pesar de todas las iniciativas y colecciones conscientes, de todos esos programas de responsabilidad corporativa, no estamos yendo lo suficientemente rápido”, advertía Dio Kurazawa, director de la división de denim de la consultora de tendencias internacional WGSN. “La cuestión es que nos encontramos ante un cisma ideológico.
Es más: ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la sostenibilidad? ¿Se trata, simplemente, de reducir en lo posible el impacto negativo de las marcas, de poner de verdad patas arriba nuestros hábitos de consumo o de un lavado verde de cara?”.
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