Construir una relación simbiótica entre ecología y economía a través de una nueva bioeconomia nunca había sido tan factible como lo es ahora.
Esto es debido a los grandes avances que la ciencia y la tecnología están experimentando a raíz de la revolución digital. Internet y ordenadores están transformando la sociedad tal y como la imprenta y los libros hicieron en el Renacimiento.
La revolución digital ha trasformado la manera en que podemos utilizar la ciencia y la tecnología para entender la naturaleza y nuestros ecosistemas naturales, permitiendo una gestión sostenible de los mismos, así como su transformación en nuevos e innovadores productos y servicios.
La revolución digital, por lo tanto, y aunque parezca paradójico, tendrá un papel catalizador de la revolución biológica que se avecina. Es la suma de inteligencias, de personas y máquinas inteligentes, la que permitirá un paradigma de humanidad aumentada (como fue de algún modo el Renacimiento) compatible con la sostenibilidad radical del planeta.
Como decía Brian Arthur: “La humanidad pone siempre sus más profundas esperanzas en la tecnología, pero su más profunda confianza en la Naturaleza”.
Es hora de que la ecología y la economía sean reconocidas como las dos caras de la misma moneda. La moneda de la prosperidad.
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